El
apego es definido como afecto, cariño o estimación hacia una persona o cosa.
Más ampliamente, el comportamiento de
apego se define como toda conducta por la cual una persona mantiene o busca
proximidad con otra persona considerada como más fuerte. El desapego es más bien definido como falta de cariño
o interés hacia alguien o algo, alejamiento, distanciamiento, frialdad. Esto simplemente
como conceptos, en mi experiencia ambos son maravillosos, fortalecedores y
generadores de libertad.
El
apego es ese vínculo especial entre nosotros y nuestros seres amados. Con
nuestros hijos por ejemplo, es el proceso a través del cual nuestros pequeños establecen
y mantienen en el tiempo un lazo con nosotros, sus padres; este lazo les brinda
sentimientos de seguridad que son los motivadores para tomar algo de distancia de
nosotros y explorar el mundo a su alrededor. El apego es un vínculo que se
fortalece y crece a través de las interacciones que sostenemos, por eso en la
crianza, la importancia del contacto físico, las palabras amorosas, la
proximidad, los arrullos, las canciones y los juegos. El desapego es la
libertad de tomar distancia para explorar, experimentar con confianza y con la
certeza de que estarán de vuelta en esa base solida que los contiene y protege.
El desapego tiene mucho que ver con vivir presentes, aquí y ahora, haciendo lo mejor que sabemos y podemos,
aceptando las experiencias tal como son, sin querer controlarlas o forzarlas.
Con
mi hijo mayor ha sido maravilloso tomar consciencia de lo importante que ha
sido el amor y el tiempo que papá y mamá hemos dedicado a cuidarlo, acompañarlo,
promover su desarrollo y alentar su expresión natural desde pequeñito. Él es un
niño feliz y amoroso, convencido de que mamá y papá están ahí, más allá de la
distancia y las horas, cada mañana se va feliz al colegio, se despide con una
dulce sonrisa que denotaba confianza, goce y libertad.
Con
mi hija menor, compartimos un lazo intensamente hermoso, aún así, a pesar de esa
intensidad, la seguridad que experimenta es sorprendente, muestra
determinación, alegría, carácter, así como emociones a flor de piel que
manifiesta de manera natural y abierta.
Nada
de esto sería posible, si papá y mamá no evolucionáramos en nuestra relación de
amigos, amantes, compañeros y padres. No soy psicóloga ni pretendo hablar de
este tema desde ese el punto de vista psicológico o desde algún punto de vista
en particular, simplemente hablo desde mi experiencia con la intención de
compartir con las personas, por puro gusto, porque me gusta la gente y porque
al compartir experiencias, considero que crecemos. Entonces llego a este punto,
con más de una década compartiendo juntos, mi esposo y yo nos encontramos
viviendo un amor libre, en el mejor sentido de la palabra, no es un amor de
necesidad, es más bien un amor de confianza y libertad, aceptando,
reconociendo, cooperando y viviendo presentes con la consciencia de que no hay
separación, la
separación es una ilusión que parte de los temores de un tiempo que
no es hoy. Nuestro amor es desapegado y eso lo
hace intenso, profundo y eterno.
Esta
es una vida real, nuestra vida familiar. No he descrito conflictos en este
relato porque no elegí enfocarme en ellos hoy, los reconozco como parte de la
vida y estoy consciente que ocurren, a veces por elecciones mías de
provocarlos, a veces por elecciones mías de enganchar en los conflictos de otros,
aún así, la clave para mí es reconocerlos, aceptarlos y utilizarlos como
oportunidades de seguir creciendo aprendiendo y avanzando, como peldaños hacia
una mayor expansión.
Hoy
simplemente quiero compartir contigo mi experiencia de vivir en el equilibrio
armonioso entre el apego y el desapego, mi experiencia de estar viviendo libre
y presente en amor y en gratitud, haciendo lo mejor que puedo y sé, soltando y
confiando en que el mayor bien ya está dado. Un poquito de esto cada día puede
hacer una gran diferencia en la vida.